Durante años, me levantaba temprano, tomar el transporte público y llegar a mi oficina, donde trabajaba en el área financiera. La rutina era monótona: números, informes y reuniones. Aunque mi trabajo me daba estabilidad, algo dentro de mí sentía que faltaba, que no estaba viviendo la vida que realmente quería. No fue hasta que descubrí el mundo de Airbnb que todo comenzó a cambiar.
La idea de ser anfitrión nunca me había cruzado por la cabeza, pero un día, después de escuchar historias de personas que hacían de sus hogares un espacio para compartir experiencias, y vivir de una manera donde la vida me coloco después de muchas situaciones y decisiones desde diciembre del 2023, ¿Qué tenía que perder? Estaba buscando algo más allá de los números, algo que me permitiera conectarme con personas de diferentes culturas y, sobre todo, algo que me ofreciera la posibilidad de dejar un legado positivo en la vida de los demás.
Al principio, lo veía como una forma de generar ingresos adicionales. Pero pronto, descubrí que ser anfitrión era mucho más que eso. Cada huésped que llegaba se convertía en una ventana abierta a nuevas historias, perspectivas y aprendizajes. Mis primeras cabañas en Jacó, Costa Rica, se transformó en un puente que conectaba a diferentes personas del mundo. Desde viajeros solitarios hasta familias enteras, todos llegaron con una historia, una experiencia única que compartieron conmigo.
A medida que fui perfeccionando mi perfil y ofreciendo una experiencia auténtica y cálida, algo cambió dentro de mí. La satisfacción de ver a alguien disfrutar de una experiencia única, de sentir que mi hogar era el escenario perfecto para momentos inolvidables, fue indescriptible. Más allá de ofrecer un lugar donde dormir, me di cuenta de que estaba brindando algo mucho más profundo: la oportunidad de conocer y vivir la cultura local, de conectar genuinamente y de ofrecer algo que no se encuentra en los hoteles tradicionales.
La magia comenzó a suceder cuando mis huéspedes no solo llegaban como extraños, sino que se iban como amigos. Cada conversación, cada anécdota compartida, enriquecía mi vida de una manera que nunca imaginé. A lo largo del tiempo, la pequeña comunidad que había creado alrededor de mi hogar se fue expandiendo. Las conexiones fueron más allá de simples estancias: cultivé amistades, aprendí idiomas, descubrí nuevas costumbres y, sobre todo, comencé a ver la vida desde una nueva perspectiva.
Ser anfitrión me permitió salir de mi zona de confort y ver el mundo desde los ojos de los demás. Viví experiencias que nunca habría imaginado, desde cenas con invitados internacionales hasta paseos por la ciudad con personas que se convirtieron en amigos entrañables. El valor de compartir mi cultura y mi tiempo con los demás me hizo darme cuenta de que el propósito de la vida no está solo en lo que hacemos, sino en cómo tocamos la vida de otros.
Hoy, después de haber dejado atrás el mundo rutinario, me siento más agradecido que nunca. Ser anfitrión en Airbnb no solo cambió mi manera de ver el trabajo, sino que me abrió a un mundo de posibilidades. Aprendí que el verdadero valor está en servir, en conectar, en crear experiencias. Y lo más hermoso es que, al hacerlo, descubrí que no solo cambio la vida de mis huéspedes, sino también la mía.
Si alguna vez te has preguntado si el ser anfitrión puede cambiarte la vida, te invito a hacerlo. No solo transformarás el espacio que ofreces, sino también tu propia forma de vivir.
Pura vida y good vibes! 🙂
