La hospitalidad es una cualidad innata que todos hemos experimentado en algún momento de nuestra vida y que para algunos se ha convertido en un camino sin retorno. De ahí nacemos los anfitriones de corazón, aquellos que no sólo abrimos las puertas de nuestros hogares a cientos de extraños de cualquier país, raza, religión o preferencia, sino que también ponemos el corazón en cada visita y que sin pensarlo dos veces, felizmente nos involucramos en todos los temas que ayuden a fortalecer nuestra comunidad.
Es hermoso ver que la hospitalidad se ha convertido en la base de la economía de muchos países y que, gracias a ello, innumerables personas han mejorado su calidad de vida.
Una palabra amable, un gesto de generosidad, aprecio y aceptación genuina es a veces todo lo que necesitamos para recargarnos y seguir adelante.
En los peores días de la Pandemia, tuvimos la suerte de acoger a una pareja extranjera de edad avanzada que se quedó varada en nuestro país durante más de un mes. En ese momento, nuestra urgencia era protegerlos y saber que estaban sanos y salvos. Por otro lado, recibimos mensajes de muchos visitantes que querían saber que estábamos bien.
Eso es lo que más disfruto de ser anfitrión, ver la sonrisa de descanso o alivio en el rostro de mis visitantes, las ganas de quedarse cuando llega el momento de irse a casa o pasar de ser visitantes a amigos. Más que una cualidad, la hospitalidad es vivencias, es un magnifico regalo que queda en el corazón de quienes lo dan y lo reciben.
¿Alguna vez has sentido que cuanto más das, más recibes?
Esta publicación es parte de nuestro Festival de la Hospitalidad 2022. Puedes consultar el calendario completo aquí.