Marlene, Ivano, Eduardo y yo en el famoso guachinche, en Diciembre de 2012. No hay foto de la chistorra en llamas: quedamos todos en shock y no parábamos de reír.
Con este mensaje de Ivano, diez años atrás, comenzaba mi andadura en Airbnb y un 16 de Diciembre exactamente recibía a mis primeros “extraños” en casa.
"Hola, está tu loft disponible? Gracias. Ivano."
Había puesto mi anuncio apenas unos días antes y para ser sincero, no creía demasiado en esto de alojar a desconocidos en mi hogar, así que el mensaje me tomó completamente por sorpresa. Ya saben, las mil y una dudas de cuando empezamos en esta actividad. ¿Quién era Ivano y por qué había elegido mi sitio y no otro?
En ese entonces había apenas 300 anuncios en toda la isla de Tenerife y tan sólo dos (incluído el mío) estaban en mi bonito pero no turístico pueblo de Tacoronte.
Diciembre es invierno aquí, y aunque la isla es conocida por su eterna primavera, tiene tantos microclimas que justo a nosotros nos tocó el “verde y natural” pero también “nublado, lluvioso y húmedo” entorno.
¡Entró la reserva, qué nervios! ¿Cómo no recordarlos?
Nuevo mensaje. 15 dic. "Hola, acabo de reservar en Airbnb. Disculpa que es tarde pero estoy en La Gomera y no tenía internet antes. Feliz de conocerte mañana. Espero que podamos tener una pequeña charla y hablar sobre Tenerife. Estaré en el puerto de Los Cristianos y conduciré hasta tu lugar. Chequearé internet hasta las 10.30 mañana, luego no podré hacerlo. Por favor, envíame instrucciones. Saludos. Ivano."
Vale decir que diez años atrás el GPS no era algo habitual en los móviles o en los coches, así que con toda razón Ivano me pedía instrucciones para llegar. Manos a la obra: autopista TF1, desvío por TF2, tomar TF5 hasta la salida 19, izquierda, derecha, derecha, izquierda…Al final quedamos en vernos en la plaza del pueblo, ¿dónde si no para encontrarse por primera vez?
¿Cómo es tu coche?, pregunté. La foto de perfil no me daba muchas pistas así que tener identificado el coche, modelo y color sería de gran ayuda. También nos pasamos los números de teléfono aunque de poco servían ya que tampoco había roaming o internet de fácil acceso, pero algo es algo, pensé.
Ese Domingo 16 de Diciembre comenzó espectacular, léase: “lloviendo a cántaros”. M****. A mal tiempo buena cara, me dije.
Dí un último vistazo a nuestra casa de jardín (arreglada originalmente para recibir a la familia y a los amigos), y ahora acomodada para esos extraños de “erbinbin” (si, claro, en ese entonces nadie tenía muy claro cómo pronunciar correctamente Airbnb).
Todo parecía en orden y familiar. El presupuesto había dado para comprar lo justo y habíamos conseguido ahorrar reutilizando cosas de nuestro propio hogar.
Habíamos puesto una cocina eléctrica que no usábamos sobre los muebles de cocina que había montado con mis propias manitas (super orgulloso, claro); el espejo de baño era un regalo recibido por mi marido en su 40 cumpleaños; la mesa de comedor era una antigua mesa de teka que teníamos en el jardín y que pintamos para la ocasión de un brillante rojo inglés que la hacía parecer elegante y de diseño; el sofá que teníamos en el salón de nuestra casa ahora presidía el espacio de descanso, y la mesita al frente, no era sino una estantería de Ikea en una posición para la que no fue diseñada, con unas patas y un cristal para apoyo de decoración que aún permanece allí.
Me ha costado encontrar esta foto, pero aquí está: detalle de la cocina eléctrica y decoración de cuando empezamos en 2012 🙂
La cama era un colchón sobre un conjunto de palets de madera, disimulados por una estructura blanca que también armé yo, y el televisor…¿Qué decir? El televisor era casi del tamaño de un horno, de estos grandes y aparatosos que ya no se usaban pero que funcionaba perfectamente, (o eso parecía).
Debo reconocer que no era perfecto, pero el conjunto quedaba muy bonito y estaba puesto con mucha ilusión. Indudablemente, lo reflejado en las fotos del anuncio debió resultar atractivo para que el tal “Ivano” quisiera quedarse en casa.
Bueno, o tal vez lo hizo por la foto de nuestra querida Moma, una bichón maltés muy joven por entonces y que hasta sus últimos días (nos dejó en 2021) fue la estrella de nuestro alojamiento.
Moma fue una Superanfitriona que siempre estaba presente en las evaluaciones que dejaban los huéspedes. Su amor perruno conquistaba sus corazones. Aquí, con sus amigos peluches en una foto que tuvimos durante muchos años en nuestro anuncio.
En fin, por un motivo u otro, nos había elegido y ya no había vuelta atrás.
Antes de ir a su encuentro repasé mentalmente las frases y palabras escritas en inglés sobre la pared del baño (las ayudas memorias o post-it siempre me funcionaron bien en los lugares más insospechados): “Welcome to Tenerife, this is Daniel, your host”; “Is this the first time here?”; “Do not doubt to write to me if you need any recommendation”, etc. ¡De sólo pensarlo vuelvo a sonrojarme!
El Toyota Yaris plateado apareció en la plaza, me armé de valor, saqué el paraguas y fui a su encuentro. Saludos y sonrisas nerviosas (creo que por ambas partes, por supuesto: ¡ellos también iban a quedarse en la casa de un extraño!).
Debo decir que fui afortunado, Ivano y su mujer Marlene, pese a vivir en Alemania eran italianos de nacimiento y nuestras raíces idiomáticas facilitaron la comunicación. Ello nos permitió entendernos desde la primera frase (o eso quiero creer), así que me relajé un poco y les expliqué lo que debían saber del apartamento, así como lo necesario para moverse y conocer la isla. Ahora había que esperar que todo fuera perfecto durante su estancia…
Me sorprendió gratamente que el primer día ya me enviaron un mensaje contándome lo que habían hecho y lo que habían descubierto de la isla. Nos cruzamos en el aparcamiento de uso compartido y tras intercambiar unas palabras les invité a visitar un “guachinche”.
Un guachinche es aquí un sitio típico para cenar en familia y con amigos, un lugar que bien puede ser una casa particular o un garaje, donde los propios dueños preparan unos platos tradicionales y los comparten con sus invitados a la vez que ofrecen el vino local.
Necesitaba encontrar el lugar adecuado, de esos que sólo puedes llegar y descubrir si eres conducido por un local o un GPS, y una tarde noche, bien temprano, fuimos mi marido Eduardo y yo con nuestros huéspedes a un lugar recomendado por un amigo.
Imposible no recordar su cara de sorpresa por el lugar tan típico e inusual, los platos que nos trajeron (reconozco que no es normal que te traigan un plato de chistorras ardiendo en llamas), la amabilidad de la camarera y lo más importante, la agradable compañía y sensación de estar cenando con amigos.
La experiencia fue inolvidable para todos y antes de que se marcharan volvimos a quedar, esta vez en nuestra casa principal donde repetimos esa atmósfera maravillosa de estar compartiendo tu espacio y nuestro tiempo con conocidos, con los que a priori nunca te hubieras cruzado en la vida, pero que de repente, llegan para quedarse como amigos.
Charlamos de familia, viajes, experiencias y trabajo, pero sobre todo compartimos la misma ilusión por la vida y lo increíble que resultan los encuentros que nos generan sincronías y conexiones difíciles de explicar.
Esa es la razón por la que, como una apuesta personal, mantuve y mantengo mis espacios exclusivamente en Airbnb y no me arrepiento de ello. No soy un arrendador y tampoco considero que ofrezca alquileres. En su mayoría, los viajeros que nos eligen son personas con las que encuentro una importante sintonía a la hora de comunicar, aportar y compartir sus experiencia de vida y el descubrimiento de esta increíble tierra en la que elegí vivir.
Ivano y su mujer Marlene fueron no sólo mis primeros huéspedes, ellos fueron los que me hicieron ver lo que Airbnb me podría ofrecer: la posibilidad de conectar con personas con las que, de otra manera, jamás me hubiera imaginado conocer.
Como suelo repetir siempre, Ivano y Marlene me enseñaron que en la medida en que das confianza, también la recibes y que un mundo mejor es posible si entendemos que el respeto es la base de toda relación y que podemos aún confiar en nosotros y en quienes nos rodean.
En estos 10 años hemos hablado numerosas veces a través del chat que se mantiene activo desde 2012, hemos celebrado cumpleaños, logros personales y profesionales, vacaciones y hasta el nacimiento de su hijo (al que esperamos conocer pronto), por no decir también de la triste noticia de la desaparición de David Bowie, de quien ellos son muy fans.
Y aunque no han vuelto a la isla (creo que la chistorra ardiendo en llamas en el guachinche ha sido traumática, jeje) hemos ido a visitarlos en su casa de Hamburgo y compartido cena en un sitio típico de allí (sin nada ardiendo de por medio).
Hoy, 16 de Diciembre de 2022, exactamente diez años después de su visita, también están presentes leyendo este post porque me encargaré de hacérselos llegar: ellos son parte de mi familia Airbnb.
Para despedirme y celebrar con ustedes, dejarme decir que en estos años muchos huéspedes han pasado por nuestras vidas, llegando como extraños y marchándose como amigos, enseñándonos el valor del respeto, la educación, la diversidad y la convivencia entre extraños que compartimos el mismo mundo.
Les mando a todos un gran saludo, felices fiestas, y por sobre todo, deseos de muchos “Ivanos y Marlenes” en sus vidas.
Happy hosting!