El artículo original fue publicado por @Marielle135 en la comunidad de habla inglesa y lo hemos traducido a español para ti.
Los anfitriones tienen un papel fundamental para crear un mundo en el que las personas se sientan más cerca las unas de las otras, especialmente en una época marcada por la soledad. Esta serie habla de cómo pueden ayudar a dar vida a ciertos lugares. En ella, los miembros del Consejo asesor de anfitriones Claudia, de Italia, Marielle, de Francia y Rie, de Japón, hablan de su experiencia. Más información sobre el Consejo asesor de anfitriones.
Aunque nací y crecí en París, mi corazón pertenece a la gente y las historias del pueblo donde mi familia pasaba los fines de semana y las vacaciones durante mi infancia. He viajado a muchos países y he vivido lejos de casa durante muchos años, pero siempre he vuelto a mi verdadero hogar, el pueblo de Châtillon-en-Dunois, que está a dos horas de París.
A lo largo de mis 50 años, he visto cómo el mundo cambiaba enormemente. Aunque la tecnología nos ha permitido mantenernos en contacto de forma virtual, a veces parece que la realidad se difumina. En Châtillon-en-Dunois, puedo vivir siguiendo los ritmos del sol sin necesidad de ningún reloj.
Un evento tradicional para la celebración del 14 de julio en Francia en los años 90 en el centro del pueblo.
Los pueblos pueden enseñarnos muchas cosas. Creo que para saber adónde vas tienes que saber de dónde vienes. Aunque me encante vivir con mi familia en nuestro pueblo, también he echado de menos viajar. Puedes sentirte un poco sola cuando te estableces en un sitio pequeño después de haber visto tanto mundo. Por eso, me lancé a ser anfitriona en Airbnb. Es una forma de llevar el mundo a mi pueblo.
Las vistas desde mi jardín en la campiña francesa.
Cosechando cerezas con una amiga.
Al principio, la gente de aquí se quedaba bastante sorprendida al saber que alojábamos a extraños, pero ya han pasado más de diez años y hemos recibido cientos de reservas. Ahora, consideran a nuestros huéspedes visitantes y no simples desconocidos. Están pendientes de ellos y los ayudan cuando necesitan saber cómo llegar a algún sitio.
Nuestros vecinos ya no se preguntan por qué la gente viene a Châtillon. Se dan cuenta de que debe de tener algún atractivo si lo visitan desde lugares tan lejanos como Nueva York, y es algo que hace que se sientan orgullosos. Los niños juegan con nuestros huéspedes y se comunican con ellos a su manera, incluso aunque no hablen el mismo idioma.
Unos pequeños viajeros de París dieron los restos de comida a las gallinas de los vecinos y se marcharon con huevos frescos.
También es una experiencia que aporta bastante a los huéspedes. Vienen aquí en busca de paz y tranquilidad, pero acaban disfrutando mucho de las conversaciones con los vecinos. Los viajeros suelen preguntar a la gente del pueblo por los pequeños detalles cotidianos, por ejemplo, cómo cultivan sus huertos o cómo alimentan a las gallinas.
Puede que, cuando vas a un pueblo pequeño como el mío, no encuentres a mucha gente con la que relacionarte, pero he aprendido que lo importante no es la cantidad de personas que conoces, sino la calidad del tiempo que compartes con ellas. Estos encuentros inesperados pueden ayudarnos a todos a sentirnos menos solos.
Las mejores palabras que me han dicho como anfitriona fueron las de un huésped que se quedó un mes: «Ha sido genial. Nos hemos sentido como seres humanos». ¿Se puede decir algo más bonito?
Gracias a mi actividad como anfitriona en Airbnb, ya no me siento sola. Para mí, la mejor parte de esta experiencia es cuando alguien llega siendo mi huésped y acaba formando parte de mis amigos al marcharse.
Mi compañera Tatiya, miembro del Consejo asesor de anfitriones en 2023, visitó Francia ese año y se quedó en uno de mis alojamientos.
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