Querida comunidad Airbnb, creo que me estoy arriesgando al escoger un tema relacionado con la pandemia, que ha afectado a muchísimas personas en todo el planeta y cobrado tantas vidas, pero me decidí a hacerlo para reconocer los beneficios de la naturaleza, quiero decir, del ambiente natural.
Durante este tiempo he leído a muchos anfitriones lamentándose por la difícil situación de alojamiento, en la mayoría de casos por las restricciones al turismo y a la movilidad en general, en especial con las órdenes de confinamiento. Por aquí también hemos vivido esos momentos, y no voy a discutir si fue o no el manejo adecuado. Lo curioso es que a pesar de las restricciones, mi casita estuvo siempre ocupada y consultada.
Hubo un cambio notable, pues hasta ese momento creo que en solo dos ocasiones había recibido huéspedes por un mes, en un caso fue una pareja a punto de casarse que querían probar vivir en el campo como una opción para radicarse una vez se casaran, y en otro caso un joven extranjero que venía a visitar a una amiga que había conocido en unas vacaciones anteriores y que por lo visto tenía planes de fortalecer la relación. Las demás reservaciones solían ser de fines de semana o pocos días. Pero el encierro en las ciudades y el trabajo remoto en las casas llevó a muchas personas a querer pasar ese tiempo mas bien en el campo.Y fue así que comencé a tener solicitudes para estancias de un mes, la mayoría para un solo huésped.
Incluso llegué a tener una reservación de tres meses de una simpática huésped canadiense, los dos primeros meses ella sola y el último acompañada de su madre. Y por supuesto, el primer cambio que debí hacer fue el de la conexión a internet, que hasta ese momento no había necesitado. Tuve incluso la suerte de que el primer huésped que la solicitó fue un colombiano que llegaba de Nueva York buscando una casita de campo para quedarse como residente en la zona. Él mismo se ofreció a llevar a cabo la instalación con mi permiso y tuvo que encargarse de todo, pues yo no tenía manera de desplazarme hasta la casita desde mi vivienda, por la restricción en la movilidad (estuvimos ese mes sin poder salir de casa).
Tuve que pensar entonces también en cómo llevar a cabo el cambio de la ropa de cama y toallas de baño y cocina, así como el aseo general de la casita. Decidí hacer el cambio de ropa como una cortesía y también un aseo general mensual. Me di cuenta que los huéspedes pueden estarse tranquilamente sin pasar un sacudidor o sin mover una escoba, entonces era mejor hacerlo de mi cuenta para que al final no resultara más difícil la limpieza. No deja de ser curioso la fortuna que tuve de tener tantos huéspedes solitarios por temporadas de un mes, dos meses y hasta tres meses. Bueno, no siempre tan solitarios, uno de ellos con dos perritos, y otro con su niño pequeño.
Todas muy bonitas experiencias, personas muy tranquilas, que buscaban refugio en medio de la naturaleza. Bueno, debo confesar que una no fue la mejor experiencia, mas bien la peor que he tenido en todo mi Airbnb, pero al final no pasó a mayores, y lo peor de todo, que había sido la mala reseña y la mínima calificación, logró anularse después de varios meses de reclamos de mi parte a Airbnb.
Mucha experiencia se ha ganado en este tiempo. Ya mis recomendaciones y normas de la casita se han convertido en una publicación a la que hay que sacarle un buen rato de lectura, pero es parte del aprendizaje como anfitrión. Aún así no me da vergüenza compartirlas por el chat después de cualquier consulta o apenas he recibido una reservación inmediata. He tratado sí de que a través del contenido se pueda sentir un tono amable y de confianza, que al fin y al cabo creo que es lo que todos queremos tejer como seres sociales.
Y ya para despedirme les dejo algunas imágenes de los alrededores de la casita y del bosque, donde pueden encontrar la mejor compañía que nos ofrece la naturaleza.
Juan
-----
Festival de la Hospitalidad 2021: Calendario de eventos