
Esta publicación es parte del CC Festival de la Hospitalidad 2021 , tema original creado en el Centro de la Comunidad angloparlante por @Brian1613 y lo hemos traducido.
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La verdad es que he tenido muchas experiencias maravillosas con los huéspedes. En concreto, recuerdo una vez en la que, en mi opinión, tanto mi equipo como Airbnb dieron lo mejor de sí mismos.
En marzo se quedaron en nuestro alojamiento una enfermera que estaba agotada después de trabajar en la lucha contra el coronavirus, su novio y sus padres. En principio tenían pensado ir a San Martín, pero no se podía viajar a la isla.
Nosotros éramos su plan B.
Mi personal les preparó un paquete de bienvenida precioso, con varios detalles y una tarjeta chulísima que habíamos diseñado nosotros mismos. En mi cocina didáctica preparamos delicias para los huéspedes todos los días. Además, los recibimos en persona y les dejamos una hornada de galletas de lima recién hechas junto al libro de huéspedes que tenemos en el alojamiento.
El segundo día estaba preparando kanelbullar, unos rollitos de canela típicos de Suecia que llevan una pizca de cardamomo, huelen genial y son una auténtica maravilla. Y de repente noté un olor que no era precisamente el de los rollitos de canela... ¡eran aguas residuales! Eché un vistazo a la zona de la piscina y vi que estaban por todas partes.
Nuestra casa tiene 96 años y está inscrita en el Registro Nacional de Lugares Históricos, y las tuberías, que son igual de antiguas, habían reventado. Llamamos a nuestro fontanero de emergencia y nos confirmó la peor hipótesis: no había forma de arreglarlo en poco tiempo.
Así que contactamos con Airbnb de inmediato y con su ayuda encontramos otro alojamiento para nuestros huéspedes. Además, cancelaron el resto de la reserva para que pudiéramos encargarnos de las reparaciones.
Me sentí fatal por decepcionar a aquellas personas tan simpáticas. Les reembolsamos el dinero, claro, y también pedí a mi personal que preparase un cheque regalo por el valor de toda su estancia. Se lo dimos y les pedimos disculpas mil veces. Cada gesto amable que hemos tenido con la gente se nos ha recompensado por diez. Ser anfitrión no es solo cuestión de dinero: es un estilo de vida que nos aporta mucho a todos.
Los problemas de nuestro edificio eran más graves, así que lo hemos tenido cerrado durante un tiempo para reformarlo y conseguir todos los permisos necesarios, cosa que no ha sido fácil con todos los trastornos que ha causado la pandemia. Durante ese tiempo, aunque hemos estado pensando en ideas nuevas para nuestros futuros huéspedes, he echado mucho de menos hablar cada día con todos los visitantes que llegan del mundo entero.
Algunas personas consideran que ser anfitrión es alquilar una habitación o una casa, pero, para nosotros, es sinónimo de hospitalidad, de ofrecer a los huéspedes una buena experiencia y recibirlos con los brazos abiertos, tal y como haríamos con nuestros familiares y amigos más cercanos.
Estamos deseando invitar a nuestra enfermera favorita a visitar el nuevo Epic cuando volvamos a abrir este invierno.
Brian
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