Esta publicación es parte del CC Festival de la Hospitalidad 2021 , tema original creado en el Centro de la Comunidad angloparlante por @Solveig0 y lo hemos traducido.
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Este año ha sido un tanto raro y la verdad es que durante bastante tiempo me he sentido un poco descolocada. El año pasado estuvo marcado por una pandemia que, según calculaban al principio, este verano ya habría terminado. Pero no ha sido así y yo no estaba preparada para este cambio de tornas. Estas son algunas de las lecciones que he aprendido al hospedar (y al no hospedar) durante este último año.
Somos anfitriones en Airbnb desde 2016. Algunos años hemos recibido a muchos huéspedes y otros, a menos. En cualquier caso, nos hemos divertido mucho haciendo nuevos amigos y descubriendo el lado bueno de abrir las puertas de nuestra casa a gente desconocida.
Vivimos en un pequeño pueblo en el norte de Dinamarca, en una enorme granja con nada menos que 150 años de antigüedad, y unos terrenos y un jardín enormes, aunque no practicamos ningún tipo de actividad agrícola. Hospedamos en Airbnb todo lo que podemos, participamos activamente en la comunidad local del pueblo, tenemos dos niñas pequeñas de 5 y 6 años, y ambos somos altos directivos.
Todos estamos de acuerdo en que el 2020 fue un año bastante extraño. En lo que respecta a Airbnb, no recibimos a los huéspedes que suelen reservar nuestro alojamiento (noruegos que van a coger el ferri, americanos que vienen a buscar sus raíces o neerlandeses que quieren descubrir el norte de Dinamarca, por ejemplo). Quienes reservaron fueron un montón de daneses que no podían viajar al extranjero y querían descubrir su propio país. Nosotros tampoco fuimos a ningún lado, así que teníamos todo el verano por delante para quedarnos en casa y no hacer nada. Y lo cierto es que fue genial. Construimos una casa de juegos para las niñas e hicimos barbacoas con los huéspedes que recibimos a través de Airbnb.
Pero el 2021 ha sido todavía más raro. Todo el mundo tenía la esperanza de poder viajar al extranjero, así que los daneses no reservaron nada en nuestro país. Y los que no son de Dinamarca tampoco podían planear venir aquí, así que no hemos recibido reservas ni de los unos ni de los otros. Todo apuntaba a que esta temporada iba a estar bastante parada. Nosotros también queríamos ir al extranjero, así que entramos en nuestro anuncio y marcamos como no disponibles las principales semanas de vacaciones con la esperanza de poder visitar a mis padres en Noruega de una vez por todas.
Al final, cuando comenzó la temporada, no teníamos ni reservas ni planes de viaje. Básicamente, todo estaba en el aire, así que no tenía el ánimo muy alto. No me paré a reflexionar sobre ello porque soy un culo inquieto, pero medité a mi manera: cogí la pala, me olvidé del teléfono y de las redes sociales, y me fui al jardín a dedicarme a las plantas y a pasar un tiempo a solas con mis propios pensamientos.
Sé sincero contigo mismo y piensa bien hasta dónde llegan tus límites
Me molestó que tuviéramos tan pocas reservas, aunque, por otra parte, fui yo quien había indicado en nuestro anuncio que no teníamos disponibilidad. Pero bueno, ya sabemos que los humanos no siempre somos muy racionales. Me parecía que todo estaba en el aire, empezando por mi propia vida. No sabíamos si podíamos viajar o no, teníamos más trabajo que nunca y me parecía que todo estaba fuera de lugar, así que, teniendo en cuenta la situación, había recibido exactamente el número de reservas que podía gestionar este verano: cero. En cuanto volví a indicar que nuestro anuncio estaba disponible, empezaron a llegarnos reservas.
No somos un hotel... ¡somos nosotros!
Por supuesto, todos queremos que nuestros alojamientos sean bonitos y cómodos, la típica imagen que aparecería en Instagram. En la vida real, soy anfitriona de una antigua granja con grandes arañas y suelos viejos en la que a veces se forman pequeñas charcas de agua que, sinceramente, no tengo ni idea de dónde salen. En nuestro anuncio la defino como una «granja vintage». Me aseguro de que todo esté limpio, quito las arañas que voy encontrando y aviso a los huéspedes de que pueden toparse con alguna (y, a veces, con algún que otro ratón).
No hacer nada no tiene nada de malo
Que en esta época no estemos haciendo nada también tiene su lado positivo. Por ejemplo, durante el confinamiento nosotros no hemos pasado ningún estrés con respecto al colegio porque nuestras dos hijas todavía están en preescolar. Yo he trabajado desde casa mientras ellas jugaban o veían la tele. Pero, sobre todo, mis hijas han podido disfrutar de mucho más tiempo juntas y con nosotros sin ningún estrés, y han tenido a sus padres mucho más presentes que nunca. Y así es como han seguido las cosas durante el verano y como quiero que continúen el resto del año. No es que quiera estar sin hacer nada, pero sí voy a valorar lo que tengo, a disfrutar del tiempo con mis hijas, a aceptar la vida tal y como viene (con arañas incluidas) y, por supuesto, a no comprometerme con más cosas de las que puedo gestionar.
Notre projet Corona en 2020: construire une maison de jeu pour les filles
Solveig
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