¡Caramba! ¡Han mencionado algo que también suele sucederme!: Los regateos o rebajas que algunos anfitriones piden ocasionalmente. Debo indicar que estas son prácticas culturales en ciertos países o zonas de los mismos, y por tanto se debe ser un poco más comprensivo con esas posturas. Colombia, es un país donde el regateo se presenta con cierta regularidad, en especial en zonas populares, y ese tira y afloje en ocasiones tiene su gracia. Aquí no es nada extraño que al entrar a un comercio donde los artículos no tengan el precio indicado por alguna etiqueta, o no es almacén de cadena, se pida una rebaja y se comience con frases como «¿Cuánto vale ese artículo y por qué tan caro».
Bueno, de hecho he descubierto que esta es una costumbre muy latinoamericana y lo digo porque la gran mayoría de las veces que me han hecho propuestas de ese tenor, han sido precisamente personas de ese origen. En alguna ocasión un europeo del este me solicitó una rebaja, pero su discurso fue tan poco afortunado que compendí que pedir descuento no es su fuerte 🙂 En otra ocasión fue un estadounidense, pero lo que ofrecía era tan desproporcionado que el no rotundo no se hizo esperar 😐
Por último, la que se llevó el campeonato fue una compatriota que reside en Nueva York y vendría a Bogotá a dictar unos cursos por cerca de 20 días: pidió hamaca, cambió en 2 ocasiones las fechas y al final de todo solicitó descuento. Le dije que que ya la plataforma incluía un descuento de 11% por ser más de 1 semana. Al final, como buena regateadora, logró que le hiciera así fuera un «pequeño» descuento: 25 o 30 dólares si mal no recuerdo. El despropósito surgió al intentar pagar. Asumió que el costo con el descuento era total, es decir, que el precio acordado incluía la tarifa de servicio que Airbnb le cobra al huésped y quería que lo asumiera yo con el destemplado argumento de «¡¡¡los negocios entre ud y Airbnb no son de mi incumbencia!!!» 😠 ¡Me intimidó que si no aceptaba lo que ella planteaba que entonces buscaría por otro lado! Le respondí, siempre respetuosamente (pero con ganas de espetarle su merecido), que estaba en su derecho y hasta ahí llegó la negociación. Se me vino a la mente en ese momento la frase que escucha uno en plazas de mercado, también en las zonas populares de estas tierras, cuando la vendedora está de «malas pulgas» o no quiere dar descuento: ¡¡Si no me va a comprar la papaya no me la pellizque!! 🙂
Hasta otro momento 🙂
Un saludo.
Debemos ser el cambio que deseamos ver en el mundo
M. K. Gandhi